Día del árbitro
- Noemí Torres

- 21 oct
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"El fútbol no es perfecto, pero se empeñan en que el árbitro lo sea", ésta es una frase del mítico exjugador italiano Alessandro Del Piero, es breve, pero dice mucho.
En el deporte, ya sea amateur o profesional, nos encontraremos con la figura del juez o del árbitrx, aquel o aquella que es responsable de impartir justicia deportiva, toma decisiones que, cuando nos favorecen, lxs consideramos sabixs y certerxs, pero cuando nos perjudica, son abucheadxs, repudiadxs y se llevan a casa todo un rosario de insultos. ¿Verdaderamente lo merecen? ¿a caso cualquier mortal puede ejercer ese trabajo? No, el arbitraje no es para cualquiera. Se necesita más que capacitación y estudio, se requiere de carácter, experiencia, temple, firmeza y mucho, mucho valor.
El 11 de octubre se conmemora el Día del Árbitro, y sin más preámbulo, considero adecuado dejar éste pequeño extracto del libro "El fútbol a sol y sombra" de Eduardo Galeano. Ojalá resuene un poco en nuestra consciencia deportiva.
"El arbitro es arbitrario por definición. Éste es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación: el amarillo que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio.
Los Jueces de línea, que ayudan pero no mandan, miran de afuera. Solo el árbitro entra al campo de juego; y con toda razón se persigna antes de entrar, no bien se asoma ante la multitud que ruge.
Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamas lo aplauden.
Nadie corre más que él. Él es el único que está obligado a correr todo el tiempo. Todo el tiempo galopa, deslomándose como un caballo, este intruso que jadea sin descanso entre los veintidós jugadores; y en recompensa de tanto sacrificio, la multitud aúlla exigiendo su cabeza. Desde el principio hasta el fin de cada partido, sudando a mares, el árbitro está obligado a perseguir la blanca pelota que va y viene entre los pies ajenos. Es evidente que le encantaría jugar con ella, pero jamás esa gracia le ha sido otorgada. Cuando la pelota, por accidente, le golpea el cuerpo, todo el público recuerda su madre. Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones.
A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias, los hinchas tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuanto más lo odian, más lo necesitan.
Durante más de un siglo el árbitro se vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores."*
¿Es el arbitraje el oficio más odiado? Al menos en el fútbol, sí.
*GALEANO, Eduardo. El Fútbol a Sol y Sombra. Ed. Tercer Mundo. Bogotá 1998


